27 abril al 3 de mayo de 2001/9
Blanco sobre blanco A. Valero y A. Artero
LETICIA MARTÍN RUIZ
«He destrozado las ataduras azules y los límites del color. Sumérgete en el blanco y nada en su infinito», K. Malevich.
El blanco resulta una de las grandes contradicciones,
no sólo del arte sino de la percepción en general. Un color que,
pareciendo vacío, ejemplifica lo más lleno; la luz del sol en estado
puro que, en lugar de darnos calor, puede llegar a congelar; el no color
que es, físicamente, la unión de todos los colores. Por supuesto,
además, el opuesto al negro.
Se han unido para nosotros dos obras que aunque no
contemporáneas y, seguramente, realizadas con espíritus diferentes, para
demostrar que aunque el que rompió una lanza por el blanco fue Malevich
en 1918, es una expresión que sigue vigente.
La película de Antonio Artero fue «no rodada» -como
dice su ficha- en 1969. Proyección continua de luz en la pantalla en la
que podemos sumergimos hasta buscar qué es eso que no ha rodado.
La propia Antonia Valero da el origen de esta serie
de obras. «Instantes blancos, como hace años, una mujer en el balcón
toda envuelta en manta blanca».
Telas, gasas, objetos, se ven recubiertos por un
hálito: Cuando te encuentras en el interior de la sala todo se vuelve
frágil, el blanco que asocio al hielo, a la nata, objetos sólidos pero
que con su nueva cobertura parecen fundentes. Como si de puros reflejos
de luz se tratara, como si la pantalla fuera adquiriendo diferentes
formatos a lo largo de la proyección.
Las obras de Antonia Valero nos invitan a buscar su
cuerpo, las texturas en las telas, el volumen en los objetos, los juegos
que formulan las sombras como contraposición a la pureza cromática.
A
.Artero y A. Valero se han unido por la casualidad, por la amistad que
les une desde hace años. El resultado es un espacio que cobra sentido
plástica y teóricamente cuando nosotros lo contemplamos. En el catálogo
F. Castro Flórez dice «Habitar esos espacios vacíos, introducirse en
esas formas de rara soledad plástica, requiere de una firme
determinación y, sobre todo, de la capacidad para escuchar, más allá del
ruido espectacular del mundo y lo poético».
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20 BABELIA. EL PAÍS, 28 de abril de 2001
PINTURA
ANTONIA VALERO, ANTONIO ARTERO.
GALERÍA PI&MARGALL
AUGUSTO FIGUEROA, 9. MADRID
HASTA 31 DE MAYO
En 1969, Antonio Artero, como si fuera un miembro activo de la International Situationniste, realizó un detournement cinematográfico
en el que, prescindiendo de la película, proyectó la luz blanca sobre
el blanco de la pantalla. El sentido de este guiño, que hacia referencia
a la actitud revolucionaria de Kasimir Malevich en su Blanco sobre blanco, hoy
se ha perdido. Pero queda siempre un halo de esperanza o, al menos, de
nostalgia; desde ella, Antonia Valero pretende recuperar tanto el gesto
de Artero como el espíritu que encerraba, para lo cual sumerge el
espacio de la galería en un mundo en el que los objetos domésticos son blancos, como si los espectadores pudiéramos partir de cero. Pero esto es, una vez más, utopía. / J.M.
NOTA. Fíjense en el interés que demuestra Javier Maderuelo al llamar objetos domésticos a las obras de la exposición. obra
—————————————————————————————————————————–ABC Cultural / 31/ 19-5-2001.
EN BLANCO. Carmen Pallarés.
A. Valero y A. Artero Galería Pi i Margal. Madrid C/ Augusto Figueroa, 9 Hasta el 31 de mayo. De 30.000 a 450.000 pesetas.
CUANDO tratamos con el arte actual, lo hacemos con un arte de frontera, explorador de límites. Y límites son, en cuanto al color, los denominados estándares acromáticos. En el arte de nuestro tiempo, el blanco y el negro son utilizados con frecuencia como meros soportes para el despliegue de la siempre superficial y engañosa oratoria; otras veces, se emplean como sustancia de la elocuencia. Si sabe que está usando, un artista que decida centrar su quehacer en el blanco ha de mostrar su arrojo, la claridad de sus ideas, y las formas, materias, dimensiones y emplazamientos que definan el marco de su quehacer. Y es notable en el arte actual el número de quienes se atreven. En sólo unas semanas se dan cita en Madrid dos exposiciones centradas en el blanco: en la colectiva de la Fundación Telefónica y en la individual de la Galería Pi y Margall; y además, en Raquel Ponce y en Belarde 20, parte de lo expuesto son también repertorios de y sobre el blanco.
Fue Malevitch quien en su momento plasmó tal llamada de atención. Recordemos también que los latinos clásicos tenían la precisión de nombres específicos para múltiples sensaciones de blanco y se hubieran asombrado de nuestra precariedad e indiferenciación, y no digamos ya los pueblos esquimales, inmersos en esa tierra trasmutada que despliega docenas de matices.
Pero remitámonos a lo que hay en esta muestra de Antonia Valero, en la cual figura una intervención, también de frontera, debida a Antonio Artero: una proyección de luz continua. En todas las obras de esta colección, el blanco y las materias que lo reflejan se dan la mano en importancia: tejidos, gomas, cauchos, hilos, etc. envuelven, realzan y pintan las obras, delimitan sus formatos y definen sus dimensiones. Son los límites de un dominio en el cual la emotividad de la factura trata de desaparecer, y ese propósito resulta, justamente, lo más afectivo.
Valero consigue aquí lo que quiere, con armonía de formas y
«EN todas las obras
de esta colección,
el blanco y las materias que lo reflejan
se dan la mano en importancia»
equilibrio de conceptos, con sutileza reflexiva. El espacio acotado para la proyección impide en la galería un mayor despliegue de obras, algo que personalmente lamento. El interés del artista por explorar tensiones, transparencias y geometrías aleatorias no es un mero formalismo, sino el afloramiento como arte de experiencias e ideas vividas con profundidad. Exposición tras exposición, la calidad y la elocuencia de las obras de Valero no han hecho más que perfeccionarse. Este Blanc
o sobre blanco me parece una buena muestra de ello.